Por: Adriana Adrián
Al hablar de las mujeres en política, es muy común que centremos nuestro activismo en la necesidad de tener mujeres en las esferas de poder político. Por eso, es necesario que las mujeres estén en las listas electorales y no al final, sino liderando las mismas, pero yo siempre enfatizo que cuando hablamos de discriminación por razones de género hay algo más allá.
Algo más allá que simplemente hablar de oportunidades, que muchas veces son vacías y sin intenciones genuinas de que las mujeres puedan avanzar. Las listas electorales y la inclusión obligatoria de mujeres en un 30% o 50% es una necesidad, pero es hora de que los líderes de los partidos políticos, que en su gran mayoría son hombres, dejen de ver esa situación como una forma para que las mujeres rellenen espacios y desde allí, ellas sigan siendo manejadas.
Esta práctica es más común de lo que podemos imaginar, así como también ver cómo la sociedad estigmatiza la inclusión de las mujeres, alegando que han llegado por la necesidad de que los partidos las incluyan y no porque sean igual de capaces que los hombres.
En general, la sociedad tiene años siendo testigo y partícipe de estas situaciones, tanto de forma macro como en los bajos niveles, pero hoy vengo a escribirles sobre realidades iguales, o un poco más complejas que han sido objeto de estudio en los últimos años y hoy en día, la violencia política es un delito tipificado en muchas legislaciones que protegen el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia y a la no discriminación.
¿Qué es la violencia política contra las mujeres?
La violencia política es un término relativamente nuevo, enmarcado en todo tipo de abuso físico o emocional que se usa para desprestigiar o limitar el pleno acceso de las mujeres a los derechos civiles y políticos. Las mujeres tienen el derecho a elegir y ser electas en un proceso justo y equitativo, donde puedan medirse hombres y mujeres, sin sesgos de género y sin sufrir ningún tipo de violencia diferenciada, ser subestimadas o expuestas por sus pares hombres.
Además, la deuda política que tiene la humanidad con las mujeres es abismal. Progresivamente, las mujeres luego de una larga lucha del movimiento feminista, enmarcada en las mujeres que vestían de blanco, bien conocido como el movimiento sufragista de la época, las mujeres lograron obtener el derecho al voto.
Aun así, el proceso fue muy difícil y lento para ver mujeres postularse a cargos de elección popular. Hoy en día, muchos países cuentan con legislaciones positivas para promover la participación de las mujeres, donde las listas electorales evidentemente son una necesidad, a pesar que las mujeres necesitan más que eso en la actualidad.
Las mujeres siguen siendo vistas por las sociedades como sujetos de la vida privada y por eso, se continua fomentando los patrones de discriminación a las mujeres que han decidido dedicar su vida al espacio público. Las mujeres desde sus inicios en la militancia de los partidos políticos son criticadas y subestimadas, tanto de forma externa e interna.
Incluso, las mujeres son limitadas y hasta vistas como presas fáciles y objetos sexuales por el poder concentrado en los líderes políticos. Ellas no son vistas en igualdad de condiciones que los hombres, y esta situación se agudiza cuando hablamos de mujeres jóvenes dentro de las esfera política, ya que existen dos condiciones: el ser mujer y joven.
Efectivamente, ascender dentro de la esfera política resulta complicado, pero para las mujeres es el doble del esfuerzo, ya que les ha tocado prepararse mucho más que los hombres para ser tomadas en cuenta y con seriedad, con amplios estudios y a pesar de ello, siguen sin ser tomadas en cuenta para ser candidatas o hasta para tomar decisiones dentro de las toldas políticas donde hacen vida.
La cantidad de mujeres que hacen política es sorprendente y que a su vez, viven temerosas de tener una vida privada plena, donde puedan salir y divertirse como un ser humano normal, tener una relación que sea pública, vestirse como quieran y subir fotos como mejor les parezca y no ser juzgadas por eso, ya que situaciones tan sencillas como esas pueden ser usadas en su contra cuando quieren aspirar a cargos, dentro de su espacio público.
Cuando las mujeres aspiran a un puesto de elección popular, se puede evidenciar hasta cómo los medios las atacan de manera diferente. La normalización sobre cómo hacen entrevistas sesgadas que no tienen nada que ver con la postulación de su cargo, hablan más de la vida privada de la candidata que del proyecto que ella propone, en el campo político.
Durante las elecciones, las situaciones de amenaza o presión para que las mujeres renuncien son comunes, a través de la intimidación de la vida privada o sexual de ellas, acciones realmente injustas que poco amenazan las candidaturas de los hombres, ya que ellos no son cuestionados por la falta de tiempo para dedicar a su cargo político por tener también una familia o haber tenido diversidad de parejas a través del tiempo.
Las mujeres en la política deben ser perfectas y si no tienen familia, mucho mejor para que se puedan dedicar al cargo que se postulan, así piensa el común denominador de la sociedad y los hombres que compiten con ellas, lo usan para desprestigiar.
Las situaciones afianzadas por los roles y estereotipos de género son muy comunes pero no solo eso, también tenemos otra cara de la moneda, que es una forma de violencia política contra las mujeres, muchas legislaciones promueven la participación de las mujeres en la actualidad, de forma obligatoria. Esto, lleva a los partidos a incluir mujeres en sus listas electorales, siendo muy complejo cuando no se capitaliza de manera genuina con la comprensión de la importancia sobre la participación de las mujeres, ya que forman parte del más del 50% de la población y por lo cual, se requiere representación en espacios de poder.
Sin embargo, la comprensión sobre la legislación no es vista desde esa perspectiva y muchos partidos, incluyen a las mujeres, pero efectivamente la asignación de recursos para sus campañas es pírrica, se ubica a las mujeres en las listas electorales, pero al final de ellas, donde las posibilidades de salir electas son nulas y la participación como suplentes es constante, siendo una realidad que representa la violencia política que viven las mujeres en tiempos de elecciones.
A pesar de eso, la realidad de la presencia constante de las mujeres que viven dentro de un partido también es cuesta arriba, tienen que luchar por derechos de palabra, por ser escuchadas y porque sus ideas sean tomadas en cuenta, muchas de estas ideas son robadas por hombres y ellos se quedan con el crédito, luchan por espacios en las ruedas de prensa y entrevistas, trabajan por no seguir quedando detrás cuando han puesto todo su trabajo y dedicación.
Es hora de que las mujeres no sigamos quedando atrás y que la sociedad comprenda que esto es una realidad, que se ha identificado, así como la importancia de abordarla mediante acciones e iniciativas. Hay mujeres en el espacio político que viven en constante negación frente a esto, situación que representa una de las barreras para hacerle frente, debemos exigir espacios seguros, crear redes de apoyo entre las mujeres que hacen política, abrir puertas y romper techos, crear un mundo más justo y seguro, donde podamos conquistar espacios y enseñarle a las niñas de hoy que ellas pueden soñar, aspirar y llegar.