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Eli Avila

Eli Avila

Soy sobreviviente de muchos tipos de violencia.

Una verdad disonante

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Por: Eli Ávila

En la era moderna, es impresionante que todavía vivimos, coexistimos y sobrevivimos, incluso algunas veces en peores condiciones que en la era de las cavernas. ¿Será verdad que el Estado garantiza el acceso de las mujeres y las niñas a los servicios de salud sexual y reproductiva? ¿Tienen derecho las mujeres y niñas a los métodos anticonceptivos modernos? ¿Qué tan despierta es la conciencia del hombre en cuanto a su papel fundamental en la contracepción?

Tal parece que el papel siempre ha de resistir lo que sea, todo lo hermoso se coloca allí, mientras vivimos una realidad disonante. Lo bueno es que tú y yo no somos de papel, somos seres humanos sensibles, así que nosotros no estamos obligados a resistir para siempre.

En la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW), ratificado por Venezuela en 1983, es decir, sí estuvo de acuerdo nuestra Nación Soberana en formar parte de este convenio contra la violencia y discriminación contra la mujer, vemos lo hermoso que se lee esta utopía de lo que se supone es compromiso del Estado. 

Art.38 c) “Asegure que las mujeres y las niñas tengan un acceso asequible a servicios de salud sexual y reproductiva y a contraceptivos modernos y cree conciencia sobre la función de los hombres en la contracepción; …”

Hasta aquí todo es hermoso, ¿cierto? Ahora hagamos un poco de análisis de la práctica desde las estadísticas que se conocen.

La realidad en Venezuela es totalmente diferente a la que se muestra en los medios oficiales y por supuesto, no se acerca en lo más mínimo al compromiso adquirido al firmar la CEDAW. No es un secreto que el país sufre una grave crisis económica, social y política que afecta a todos los sectores de la población, en especial a las mujeres, adolescentes y niñas.

  • De acuerdo al informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Venezuela tiene la tasa de embarazo adolescente más alta de la región, con 101 nacimientos por cada 1000 mujeres entre 15 y 19 años.
  • El acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva y a los métodos anticonceptivos modernos es muy limitado y precario. 
  • La escasez de medicamentos e insumos, la falta de personal capacitado, la violencia y la inseguridad dificultan el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres venezolanas.
  • Por su parte, la función de los hombres en la contracepción también es un tema pendiente en Venezuela. Muchos no asumen su responsabilidad en la prevención de embarazos no deseados y enfermedades de transmisión sexual. Ejercen violencia sobre las mujeres para que no usen anticonceptivos o para que aborten.
  • Según el informe de Human Rights Watch, el aborto es ilegal el Venezuela, salvo en casos de riesgo para la vida de la madre, lo que impulsa a realizar prácticas clandestinas e inseguras poniendo en riesgo la vida y la salud de mujeres y niñas.

Hemos recopilado algunos testimonios cortos de mujeres y niñas víctimas de violencia y sin acceso adecuado a los métodos anticonceptivos modernos:

“Mi pareja me violó, yo no quería estar con él y simplemente me usó, me violó y además quedé embarazada…”

“¿Por qué tienes esos anticonceptivos en tu cartera? ¿Me estás siendo infiel? Si te descubro en algo…”

Antes no necesitábamos anticonceptivos, mi abuela se embarazó a los 14 años cuando ya se había desarrollado…

Estos son breves ejemplos de frases mucho más comunes en la sociedad venezolana de lo que podemos imaginar. Sigue la naturalización de regular el derecho de las mujeres y de las niñas a una vida libre de hijos. 

Aquí me permito hacer una última acotación, ¿Tienen idea de cuántas de estas mujeres que no tuvieron acceso a los métodos anticonceptivos modernos, acabaron siendo madres solteras? Porque de la misma forma que el hombre se desentiende de su rol en la prevención del embarazo y de infecciones de transmisión sexual, así se desentiende de los hijos y de la madre de los hijos.

¿Podemos culpar a estas mujeres y niñas por ser “malas madres” cuando en realidad todo es una consecuencia de las disonancias del Estado que pervierte la sociedad, la atropella, la oprime, aún a través de cuestiones casi imperceptibles como el acceso a una vida sexual sana y planificada?

¿Has visto la dualidad del Estado cuando por un lado promueve el libertinaje a través de los medios de comunicación, pero juzga y condena a la mujer que ha quedado embarazada por “abrir las piernas”?

Es evidente que Venezuela está muy lejos de cumplir con las obligaciones que adquirió al firmar la CEDAW. La realidad venezolana contradice los principios de igualdad, libertad y dignidad que defiende este instrumento jurídico. Es urgente que el Estado venezolano tome medidas efectivas para garantizar los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, y para promover una cultura de respeto y corresponsabilidad entre hombres y mujeres.

Mientras CEDAW establece que mujeres y niñas tienen derecho a gozar de servicios de salud sexual y reproductiva, el informe de Human Rights Watch asegura que el aborto en Venezuela es ilegal, fomentando las prácticas clandestinas y poniendo en riesgo la salud e integridad de mujeres y niñas.

Aunque la CEDAW indica que las mujeres y las niñas tienen derecho a acceder a los métodos anticonceptivos modernos a precios y condiciones asequibles, la realidad es que a partir de ala crisis económica en Venezuela, los anticonceptivos desaparecieron de los comercios y se convirtieron en un lujo, tanto el conseguirlos como su adquisición.

¿Alguien recuerda que en algún momento se construyeron maternidades para la atención gratuita de control prenatal y nacimientos, en especial los de alto riesgo que muchas veces ni los centros médicos privados pueden atender?