Intervención en el marco de Día Internacional de la Mujer Trabajadora
8 de marzo
Mucha agua ha corrido bajo los puentes desde que las mujeres venezolanas en 1928 comenzaron la lucha por ser respetadas no sólo como VOTANTES sino como CIUDADANAS ACTIVAS con derechos y deberes universalmente reconocidos.
Casi 90 años después podemos decir con orgullo que hemos logrado a través de todos estos años, a fuerza de presiones constantes, nada fáciles, robando tiempo a nuestro crecimiento personal y familiar, sorteando innumerables obstáculos culturales, económicos y, por qué no decirlo, políticos, hemos logrado –repito- que existan no menos de 17 leyes que reivindican nuestros derechos como sujetos pensantes y actuantes en la sociedad.
Si bien desde 1947 se establece legalmente nuestro DERECHO a VOTAR, no podemos decir lo mismo en cuanto a la representación paritaria en las instancias de toma de decisiones ni siquiera en la natural representación en los niveles de representación popular a pesar de las leyes y decretos que últimamente ratifican ese derecho.
Sin embargo, la demostración significativa de la PARTICIPACIÓN EFECTIVA de las mujeres venezolanas nos la dan los números, pocos por cierto y producto más de acuciosas investigadoras (Adicea Castillo, Evangelina García Prince, Rosa Paredes y de ONG´s participantes todas de esta RED NARANJA): reitera Castillo que a pesar de ser obligatoria la participación de 30% de mujeres en el Parlamento (aprobada por el antiguo Congreso bicameral en 1997 y ratificada la Paridad (40-60%) en 2015 a duras penas llegamos a constatar que aproximadamente el 23 % de las mujeres son diputadas, y que en los cargos gerenciales del alto gobierno solamente el 39% son ministras y sus instituciones son las que menor presupuesto perciben.
Números más bajos aún en lo que atañe al Poder Local que siempre se aduce es el más cercano a la gente de a pie, a esa gran mayoría silenciosa que hoy constituimos más del 57 % de votantes, y que vemos como día a día debemos sufrir en carne propia no sólo las colas para tratar de resolver exiguamente el desabastecimiento de alimentos y medicinas, aumentada por la insuficiencia de medidas efectivas y proactivas que nos ayuden a superar la FEMINIZACIÓN más atroz de la pobreza que vive esta Venezuela con nombre y rostro de mujer.
QUEDA EN NUESTRAS MANOS SEGUIR SIN DESMAYAR, UNIDAS TODAS PARA CONCRETAR NUESTROS DERECHOS Y LOS DE QUIENES VIENEN A SER EL FUTURO DE VENEZUELA