Por: María del Pilar Quintero, Profesora titular ULA, Investigadora PPI Nivel II y PEI CDCHTA- ULA, Magíster en Filosofía UCV Caracas, Magister Literatura Iberoamericana, Doctora en Ciencias Humanas Universidad del Zulia. GISCSVAL- FAHE-ULA. PSICOLOGA UNAM – UIA MEXICO
La cultura comprende todo lo que los seres humanos hacemos. Muchas de esas actividades, se realizan de manera cotidiana adquiriendo un contenido simbólico y conformando las representaciones sociales de cada cultura. A su vez, hay otras actividades que tienen un carácter periódico y se constituyen en hitos para celebraciones, conmemoraciones, etc.
Cada una de estas actividades está cargada de significados que le dan sentido a la vida y moldean los pensamientos, sentimientos y acciones de una sociedad. Durante milenios, las mujeres fuimos consideradas seres subalternos, con la función de tener hijos, criarlos y realizar las tareas más pesadas, como acarrear agua desde grandes distancias, sembrar, recolectar frutos, preparar alimentos, cuidar a los enfermos y más.
Se nos consideraba seres con poco nivel de comprensión y se nos mantenía al margen de aquellas actividades que exigieran pensamiento, decisiones y cambios.
En la cultura occidental, se han venido dando progresivamente cambios en estos estereotipos y prejuicios. Un papel fundamental en esa transformación lenta y progresiva se debe al movimiento feminista que se organiza como tal en el Siglo XIX.
Conviene tener presente que en Venezuela cada 36 horas asesinan a una mujer, el feminicidio va en aumento y se requiere una educación que dignifique a las mujeres y a los hombres por igual con programas específicos y apropiados a las particularidades de cada género y que defienda los derechos de la mujer y del hombre a una vida libre de violencia.
Debemos tener presente que la mujer ha sido diseñada socialmente para ser sumisa, y en la era contemporánea esa imposición de sumisión, se manifiesta entre otras muchas formas en la obligatoriedad de tener una apariencia de “muñeca” para agradar a los varones y a todo el conjunto social y no se le promueve como un ser que piensa, siente, crea, asume grandes responsabilidades y tiene grandes capacidades para contribuir al bien común y elaborar tempranamente un proyecto de vida creativo y sostenible en el tiempo, que le proporcione salud, independencia y realización personal.
En el presente, muchas actividades de nuestras sociedades continúan promoviendo la antigua opresión contra las mujeres. Una de esas actividades son los fulanos reinados, los concursos de belleza, las propagandas de la televisión y las redes sociales que promueven la venta de cosméticos, entre otros, que pululan en internet, en las escuelas, universidades, clubes, comunidades y hasta en partidos políticos.
Los “reinados” y concursos de belleza fijan y estereotipan a las mujeres en un rol de “muñecas” solo para agradar a los varones y las fijan en el modelo de conducta de “muñecas” como “objetos” para, agradar, servir, gustar, mostrarse, exhibirse, etc y, ello modela las creencias y comportamientos, tanto de las mujeres como de los varones, a cada uno desde su perspectiva y da ingresos a numerosas industrias y negocios.
Estas actividades aparentemente son inofensivas pero no es así. Por el contrario, son modeladoras de comportamientos retrógrados y no les permiten a las jóvenes, imaginar y construirse un proyecto de vida independiente. Así lo han demostrado los estudios psicosociales.
Además, esto condiciona la mente de los varones para valorar a las mujeres solo por su apariencia física y desecharlas y descalificarlas cuando no responden al estereotipo de “la muñeca” y, les molesta mucho que las mujeres se salgan de ese rol de “muñecas “, que les ha sido asignados a ellas y pueden llegar a incomodarles y agredir las mujeres que tengan una opinión propia, sean inteligentes creativas e independientes.
Esa agresión tiene miles de formas desde la burla, la descalificación, la negación, el chalequeo, la intriga, hasta la agresión física, la violencia y el homicidio. Esto se debe a que el varón se siente inconscientemente amenazado y teme ser desplazado del rol de superioridad, que la sociedad y la cultura le asignaron desde la infancia ,”lo cual significaría para el como varón “un quiebre ontológico”, una amenaza psíquica muy profunda a su identidad.
Como estos procesos psicológicos se dan de manera inconsciente, sucede que entre más débil es la estructura Yoica, el Yo consciente del varón, con más facilidad emergen las pulsiones psíquicas inconscientes del mismo, como fuerzas destructivas hacia el sujeto femenino y también, esa violencia se vuelve también hacia el mismo varón agresor, pues se empobrece su dimensión afectiva, comunicativa e imaginaria.
Este empobrecimiento de la vida psíquica del varón sucede porque la mujer y el varón somos complementarios, nos necesitamos y enriquecemos en la convivencia armoniosa y saludable, aportando cada género a esa convivencia su especificidad bio-psíquica-energética,
Conclusiones
Así, tanto las mujeres como los varones somos víctimas de los estereotipos negativos y los estigmas que las sociedades han construido sobre las mujeres, pues ambos géneros venimos siendo moldeados negativamente por unas estructuras sociales patriarcales que pueden arruinar nuestras vidas.
Necesitamos urgentemente estudiar de manera interdisciplinaria estos problemas para producir cambios positivos en los patrones educativos y de socialización y endoculturación de las mujeres y de los hombres.
Como decía al principio, los tales reinados, concursos de belleza y las propagandas que utilizan la imagen de “la muñeca” son manifestaciones de un retroceso psicosocial, cultural y destructivo. Estoy escribiendo como científica social y como sujeto social, testigo de una época y no como simple opinadora de oficio.