Para nadie es un secreto que el encierro, el estrés, la angustia, la incertidumbre… son factores que afectan nuestra manera de actuar.
Todo ello incide en la mayoría de las personas en momentos como éstos en los que estamos confinados en los espacios pequeños o grandes de nuestras casas y esto puede generar muy variopintas situaciones en cada uno de los hogares, donde estar juntos en algunos momentos puede ser hermoso y gratificante, pero en otros momentos puede representar cansancio, desaveniencias, inconformidad, enfrentamiento, discusiones.
“Esto pasa en las mejores familias” Eso dicen… Pero hay un sinfín de situaciones que se dan también “en las mejores familias”, que afectan especialmente a las mujeres, a las niñas y a las adolescentes. Nos referimos a la violencia de género y ésta se incrementa en estas situaciones y muchas veces cuesta hablar de ello. El miedo se apodera de la mayoría de las víctimas y puede paralizarlas. Por esto es importante, apoyar, acompañar. Es muy importnate saber ecuchar y es lo tratamos de hacer, a través de la intervención conjunta de estas tres instituciones: Centro de Justicia y Paz, CEPAZ, FUNDAMUJER, y el Centro de Estudios de la Mujer de la Universidad Central de Venezuela, CEM UCV.
Este servicio de atención a mujeres víctimas de violencia se desarrolla en el CEM UCV, prácticamente desde su fundación, desde 1992. Hoy en día contamos con esta maravillosa alianza, lo que nos permite fortalecer la experiencia para el apoyo picosocial y legal para las mujeres víctimas de violencia y para la orientación de la familia, en los casos que sea necesario.
En muchos países del mundo, en estos momentos de pandemia, esta violencia se incrementa, al calor del encierro, y muchas mujeres, además de sufrir todo lo que representa la recarga de los trabajos del cuidado en el hogar, las luchas cotidianas, la atención de los hijos e hijas en estas condiciones de angustias y de carencias de todo tipo; también son víctimas de las agresiones psicológicas y físicas por parte de sus parejas, padres, hermanos, hijos varones. No estamos descubriendo el agua tibia. Sencillamente, refrescamos la memoria y llamamos la atención sobre este flagelo terrible que mata progresivamente a las mujeres, e invitamos a todas y a todo para estar alertas y brindar el apoyo que sea necesario.
La violencia comienza por las palabras
La violencia hacia las mujeres y las niñas está profundamente emparentada con las formas y relaciones de comunicación, que obviamente, son relaciones de poder en menor o mayor grado.
No debemos perder de vista que violencia no es sólo golpes y otros maltratos físicos, que la violencia hacia la mujer se alimenta de las incidencias de la cultura patriarcal y sexista, de la discriminación por razones de género, étnicas, religiosas, socio económicas.
Todo ello se expresa tanto en el discurso, en la comunicación verbal, como en las formas no verbales de la comunicación.
La violencia de género está presente en el proceso de interacción comunicativa, en el reconocimiento o no reconocimiento del otro, de la otra persona. Tener en cuenta estos factores, nos lleva a pensar especialmente en lo que puede ocurrir en estos momentos de confinamiento y nos invita a reflexionar, pero también a actuar en caso de ser necesario.
La violencia lingüística es la que destruye, la que mata progresivamente a muchas mujeres, la que destruye su autoestima progresivamente y las hunde tristemente, en un pozo sin fondo. Esa descalificación contínua, esos gritos, esas groserías, esa perturbación psicológica, esas amenazas… En fin, no agregamos más. Sólo insistimos en la necesidad de apoyar a las mujeres y a las niñas que son víctimas de violencia.
Isabel Zerpa, directora del Centro de Estudios de la Mujer de la Universidad Central de Venezuela